Miami es la segunda ciudad de mis memorias y la primera ciudad a la que llegué, cuando emprendí "la aventura del matrimonio". En aquella época en la que no tenía absolutamente ninguna idea de lo que era casarse y llevar un matrimonio; mucho menos, hacer una familia o tener hijos.
Pero Miami no tiene la culpa de nada de eso.
Miami bordea el Oceano Atlántico, al lado opuesto del Golfo de México. Está llena de palmeras, de amplias autopistas -impecablemente limpias, y de Colombianos, Cubanos, Argentinos, Chilenos, Venezolanos, Peruanos, y muchos otros sur y centro americanos, que conforman un consomé de pastelitos de guayaba, cortaditos, mondongo, frituras de mariscos, y otras suculencias de la cocina latino americana.
Pero Miami no tiene la culpa de nada de eso.
Miami bordea el Oceano Atlántico, al lado opuesto del Golfo de México. Está llena de palmeras, de amplias autopistas -impecablemente limpias, y de Colombianos, Cubanos, Argentinos, Chilenos, Venezolanos, Peruanos, y muchos otros sur y centro americanos, que conforman un consomé de pastelitos de guayaba, cortaditos, mondongo, frituras de mariscos, y otras suculencias de la cocina latino americana.
Miami es una ciudad cosmpolita, dinámica, e inmensamente romántica. Hoy, los quiero invitar a hacer un paseo en Miami, que es muy lindo.
Este paseo consiste en ir a la playa de "South Beach", después de un desayuno ligero de frutas, temprano, en la mañana. Sentarse cómodamente en una estera, y hacerle visita a las gaviotas con una botella de agua, con mucho hielo. Contemplar el mar y disfrutar el gusto a "agua salá", hasta sentirse satisfechos. Recoger la estera, caminar a Lincoln Road, y almorzar con una pizza y una copa de chianti, en Rosinella.
¡Salud!
¡Salud!

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