Sunday, June 7, 2015

OJO: Esto Es Verdad

Mi vida en Montreal se divide en dos partes: 
Antes, y Después de que las niñas empezaran el colegio. 
Por qué? 
Porque antes de que las niñas empezaran el colegio, podíamos irnos para el Caribe en el invierno. Después no. 
Por lo general, viajábamos después de la Navidad (blanca y mágica de Montreal) y regresábamos en la víspera de la Primavera. 
A finales de Enero dejábamos una ciudad sepultada en el invierno, y en Marzo la encontrábamos a punto de renacer. Poco a poco los árboles se cargaban de hojas verdes, que muy pronto parecían racimos de uvas gigantes meciendose en las ramas. Pocas cosas me habían fascinado tanto en la vida, como ver a una ciudad florecer. Aquí los primeros en renacer son los tulipanes. Al principio de la Primavera se ven tulipanes de todos los colores, rociados en los jardines de las casas como bañistas en las playas. Disculpen la poesía; pero es que así era, hasta que el día menos pensado nos estábamos evaporando en los parques y en los bordes de las piscinas. 
Todo eso se acabó, el día que se acabaron nuestros viajes al Caribe en el invierno. Me tomó tres inviernos entenderlo: 
El primero, fue el del 2012. Ese año el invierno fue bastante suave, según yo y según los récords climatológicos. Por lo tanto fue un invierno fácil para mi, y yo pensé que ya lo había sobrevivido todo en la vida.
El segundo, el del 2013. En Marzo de ese año empecé a notar que ya "no daba más"; afortunadamente la Primavera llegó a tiempo y rápidamente el Verano, como suele suceder. 
Por último, en el 2014, el invierno todavía no había terminado de empezar, cuando yo ya me estaba muriendo. En Marzo de ese año no me quedó más remedio que viajar y quedarme en el Caribe hasta que fuera necesario. Yo no sabía por qué ni qué era exactamente lo que me estaba pasando, pero yo sabía que no me sentía bien y por nada del mundo me quería sentir peor. Mi familia vive allá, y para la fecha, había más probabilidades de vida en Marte que en Montreal. Regresar, no era una opción.
Después de cuatro meses de un tratamiento que consistió en entender lo que me estaba pasando y en pasar mucho tiempo con mis amigos y mi familia, me empecé a sentir mejor, y regresé. Poco a poco fui entiendo el efecto vital que tienen en los humanos los colores, los sabores, los olores, las voces, las sonrisas, los abrazos, y todos los sonidos de la naturaleza. Todos ellos, en una medida o en otra, van desapareciendo a medida que la tierra da la vuelta y el invierno llega a Montreal. Entonces entendí que las flores y los árboles, no solo se necesitan para hacer poesía, sino que además se necesitan para vivir.PERO OJO, QUE ESTO ES VERDAD!
Esto solo me lo van a entender los que me lo entiendan, pero los que no, tal vez, algún día, puedan ayudar a alguien que esté pasando por lo mismo, o lo entiendan también (ojalá que no).

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