En la década de los noventa, el entonces rector general de la Universidad Nacional de Colombia, Antanas Mockus, se hizo famoso por el excéntrico episodio de bajarse los pantalones en el auditorio León de Greiff. Luego, cuando ocupaba el cargo de Alcalde de Bogotá, se casó en un circo, y él y su novia llegaron a la boda montados en un par de elefantes...
Todos los colombianos sabemos bien quiénes son Antanas Mockus y su mujer.
En un país que se distingue, entre otras cosas, por sus reinados de belleza, de ellos además se comentaba que eran feos. Estámos de acuerdo?
Yo vivi en Colombia hasta el año 2002, y dejé de ver a la mujer de Mockus más o menos desde la época de los elefantes. La vería un par de veces más, en alguna revista o en entrevistas, pero nada más.
La historia va a esto:
En el 2010, Antanas Mockus aspiró a la presidencia de Colombia, y por casualidad vi un programa en el que lo entrevistaban con toda su familia. Después de tantos años, volvía a ver a su esposa, y conocía a sus hijos.
Pero,
un momento.
La mujer al lado de Mockus,
no era fea...
Se suponía que la esposa de Mockus era fea, no?
Yo pensé: "después de tantos años, seguramente Antanas Mockus se habrá divorciado de su mujer, y casado con otra. Más bonita, que es la que yo estoy viendo."
Entonces hice una búsqueda de imágenes en internet para enterarme de la noticia: resulta que la mujer de la pantalla era la misma que años atrás había visto llegar en un elefante a su boda; sólo que ahora, no la veía fea. Durante ocho años de haber estado por fuera del país, en algún momento, y sin saberlo, yo había disuelto mi acuerdo con los colombianos.
Hay que ver que yo vivi en Miami por cuatro años, a la última moda de los cubano-americanos, y de los argentinos, los colombianos, los chilenos, los peruanos y los españoles, expatriados de Miami. En el 2006 me mudé a Montreal, y poco a poco entré en la onda minimalista de los abrigos negros largos, y las botas grandes de caucho.
Mis ojos ya no ven, como veían antes.
La historia va a esto:
En el 2010, Antanas Mockus aspiró a la presidencia de Colombia, y por casualidad vi un programa en el que lo entrevistaban con toda su familia. Después de tantos años, volvía a ver a su esposa, y conocía a sus hijos.
Pero,
un momento.
La mujer al lado de Mockus,
no era fea...
Se suponía que la esposa de Mockus era fea, no?
Yo pensé: "después de tantos años, seguramente Antanas Mockus se habrá divorciado de su mujer, y casado con otra. Más bonita, que es la que yo estoy viendo."
Entonces hice una búsqueda de imágenes en internet para enterarme de la noticia: resulta que la mujer de la pantalla era la misma que años atrás había visto llegar en un elefante a su boda; sólo que ahora, no la veía fea. Durante ocho años de haber estado por fuera del país, en algún momento, y sin saberlo, yo había disuelto mi acuerdo con los colombianos.
Hay que ver que yo vivi en Miami por cuatro años, a la última moda de los cubano-americanos, y de los argentinos, los colombianos, los chilenos, los peruanos y los españoles, expatriados de Miami. En el 2006 me mudé a Montreal, y poco a poco entré en la onda minimalista de los abrigos negros largos, y las botas grandes de caucho.
Mis ojos ya no ven, como veían antes.
Segunda Historia, La Muñeca Barbie.
Yo recuerdo que en Cartagena gustaban los ojos claros, las narices respingadas, y los pelos rubios. Las mujeres usábamos lentes de contacto, nos operábamos la nariz, y nos pintábamos el pelo. Cierto?
Eso quizás se deba a que fuimos un pueblo colonizado, y un puerto de esclavos, etc, etc. Yo los dejo a ustedes sacar las cuentas de la historia, pero quedemos en que lo que mejor le convenía a uno después de la conquista, era ser blanco.
Por lo tanto,
entre uno (una) más se pareciera a la muñeca barbie,
era mejor.
Muy bien. Por aquí por mi casa hay un restaurante de ensaladas que atienden dos hermanas. Una de ellas, de verdad es igualita a una barbie. La otra vez que fui me atendió ella. Fue como si una muñeca de mis hijas hubiera empezado a moverse, y me hablara. Una cosa, por supuesto, muy desagradable y fea. Nada sexy.
Quizás esa reacción mía se deba a todos los años que he vivido por fuera, durante los cuales he asociado la vida (y por lo tanto la belleza) con las pieles color canela, los ojos cafés (oscuros y aceitosos como la tempera) y las narices anchas.
Mis ojos
Ya no ven,
como veían
antes.
Ilustración de Robert Bent.
Yo recuerdo que en Cartagena gustaban los ojos claros, las narices respingadas, y los pelos rubios. Las mujeres usábamos lentes de contacto, nos operábamos la nariz, y nos pintábamos el pelo. Cierto?
Eso quizás se deba a que fuimos un pueblo colonizado, y un puerto de esclavos, etc, etc. Yo los dejo a ustedes sacar las cuentas de la historia, pero quedemos en que lo que mejor le convenía a uno después de la conquista, era ser blanco.
Por lo tanto,
entre uno (una) más se pareciera a la muñeca barbie,
era mejor.
Muy bien. Por aquí por mi casa hay un restaurante de ensaladas que atienden dos hermanas. Una de ellas, de verdad es igualita a una barbie. La otra vez que fui me atendió ella. Fue como si una muñeca de mis hijas hubiera empezado a moverse, y me hablara. Una cosa, por supuesto, muy desagradable y fea. Nada sexy.
Quizás esa reacción mía se deba a todos los años que he vivido por fuera, durante los cuales he asociado la vida (y por lo tanto la belleza) con las pieles color canela, los ojos cafés (oscuros y aceitosos como la tempera) y las narices anchas.
Mis ojos
Ya no ven,
como veían
antes.
Ilustración de Robert Bent.

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