La Ciudad del Reinado

Yo crecí en la ciudad del reinado, " en el país de los reinados". Cuando yo era pelada*, uno de los pasatiempos más populares era hablar de las narices y los cuerpos de las reinas. Yo sabía quiénes eran Juan Pablo II y  Luz Marina Zuluaga*, pero prácticamente nadie más que no fuera de mi familia.  Entre los eventos históricos que más recuerdo, está la llegada de Paola Turbay, Paula Andrea Betancourt y Carolina Gómez, a la final de Miss Universo. Por lo tanto, entenderán que haya crecido convencida de que lo bonito era tener la nariz pequeña y respingada, y medir 90-60-90. Porque, no importa cuántas veces me dijera mi mamá que mis amigas y yo éramos bonitas así cómo éramos, los periódicos, las revistas, la televisión, los vecinos, y la radio, decían otras cosas. 

Yo no voy a contar toda mi vida privada en un post tan corto como este, sin más explicaciones, y así como así, "tan gratis"; pero yo sospecho que si no me hubiera mudado del país a tiempo, en lugar de tener el pelo corto, tendría más nalgas y más tetas (perdón el vocabulario). 

Por suerte, todo eso cambió cuando descubrí que "la belleza era un invento"; de una época, de un lugar, de un grupo determinado de gente. En otras palabras, una moda. O como dice Llinás, referiéndose a otro tema, una suerte: "Si en el momento en que uno nace las narices grandes son favorables, y uno viene con ellas, ¡de buenas!".  

A estas alturas de mi vida, los reinados de belleza no me producen ninguna gracia; la verdad es que me dan un poco de tristeza. En cuanto a la belleza, ni siquiera creo que sea un espejismo, como lo dijo alguna vez Frida Kahlo (tan sensiblemente): 

"La belleza y la fealdad son un espejismo

porque los demás

terminan viendo nuestro interior".

Bellas, y perfectas, somos todas (y todos). Y no es ningún invento. Muchos menos un consuelo.

*Pelada, es coloquial para jovencita.
*Luz Marina Zuluaga, Miss Universo 1958.